Por Eugenio González Aquino, Profesor Investigador.
Nuestras
nociones, muchas veces implícitas, de qué
es el conocimiento? y
cómo
se lo adquiere?,
tiene una influencia directa en cómo
se generan espacios cognitivos?
y cómo
se aprende?,
no solamente en el aula, sino a través de Proyectos
de Investigación,
transferencia y servicios. La complejidad de los procesos subjetivos
por los que atraviesa el investigador y el equipo de investigación,
los márgenes de incertidumbre, el crecimiento y variedad de enfoques
metodológicos post-positivistas, el solapamiento de las fronteras
entre teoría y práctica y los dilemas éticos en la generación de
conocimientos, son aspectos que comienzan a ser reconocidos y
estudiados desde diversas perspectivas interdisciplinarias y
cuestionan la visión tradicional de la investigación como el
producto de un discurso racional, lógico, objetivo, lineal,
independiente de los sujetos que lo producen y del contexto cultural,
social y político que legitima sus resultados.
Este
nuevo paradigma establece una relación, también nueva, entre
investigación y docencia. Con la exigencia de la nueva neurociencia
y su constructo – la
cognición
–, se pretende destacar que, cuando el docente se sitúa, no tanto
del lado de la generación de espacios cognitivos como transmisión,
sino del lado del aprendizaje como un proceso activo y situado de
construcción de conocimientos, se opera un giro pedagógico1
“copernicano”.
En
este nuevo contexto, el estudiante desarrolla la comprensión
personal de un fenómeno, a partir de sus nociones previas y en
interacción con las ideas de su profesor, de la historia de la
disciplina, de diversos autores, de sus compañeros, de su biografía
y experiencia personal y de su contexto cultural y social. El
facilitar las condiciones para que se produzca esta comprensión,
este “diálogo significativo”, el acto comunicativo que produce
el conocimiento es el núcleo del obrar
pedagógico
y del obrar
investigativo.
La
relación que se genera entre espacios cognitivos e investigación,
desde una concepción epistemológica centrada en los procesos
subjetivos de búsqueda y descubrimiento, se vuelve dinámica,
indivisible, se retroalimenta y necesita proyectarse y transferirse a
la sociedad.
En
el siglo XXI los escenarios han cambiado y la universidad se ha
convertido en una organización compleja, que debe enfrentar una
serie de nuevos desafíos. En
primer lugar,
la generación de espacios cognitivos en la dinámica universitaria
es una preocupación que aparece en los últimos años en estrecha
vinculación con el acceso masivo a la universidad de una población
heterogénea y no tradicional. En este proceso de democratización de
la institución universitaria, la tensión entre una política
selectiva y una política inclusiva atraviesa la dimensión
pedagógica y cuestiona fuertemente los modos tradicionales de
generación de espacios cognitivos y escenarios de comunicación –
aprendizaje.
Un
segundo desafío
consiste en que, en la universidad del siglo XXI, el acceso a los
estudios universitarios no se reduce al pasaje del nivel secundario
al superior, sino que será necesario educarse a lo largo de toda la
vida. Hoy la universidad debería garantizar un acceso permanente a
formas de aprendizaje que permitan la reconversión y actualización
profesional continua.
Un
tercer desafío
lo plantean las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación a las tres funciones de la universidad y a los métodos
de generación de espacios cognitivos. La velocidad en el ritmo de
producción de conocimientos modifica el sentido de la formación
inicial de las personas.
Las
universidades tendrían que modificar sus diseños curriculares –
diseños que deberían renovarse permanentemente – y los profesores
tendrían que crear las condiciones para que los alumnos “aprendan
a aprender”
(Tedesco,
2000);
es decir, a desarrollar aquellas competencias que les permitirán
buscar, adquirir, generar y comunicar conocimientos en forma cada vez
más autónoma e interdisciplinaria, y aquellas actitudes asociadas
al aprendizaje permanente: la
curiosidad, el espíritu crítico, los intereses múltiples, la
creatividad, el trabajo en equipo.
Por
otra parte, la influencia de la cultura sustentada en escenarios
dinámicos, con soporte TICs como promotora de competencias no sólo
intelectuales sino prácticas, emocionales y éticas, exige que el
docente universitario adquiera herramientas conceptuales y operativas
que lo ayuden a establecer nuevas relaciones para poder facilitar
experiencias educativas más ricas y pertinentes.
Sin
duda, crear las condiciones que permitan un aprendizaje
significativo
para un abanico de sujetos tan variado requiere, al menos, de un
espacio de contención y reflexión colectiva sobre los desafíos
pedagógicos particulares de estos tiempos de cambio. El trabajo
pedagógico en contextos plurales nos remite a la propuesta de Alain
Touraine (1997)
de una
universidad del sujeto,
orientada a la libertad del sujeto personal, hacia la comunicación
intercultural y hacia la gestión democrática de la sociedad y sus
cambios.
En
la medida en que las formas de trabajar y producir cambian y tornan
obsoletos a los conocimientos adquiridos, la enseñanza universitaria
no puede pasar ni por el enciclopedismo clásico ni por una visión
instrumental del conocimiento. Es la capacidad crítica, autocrítica,
de relación con los demás y de integración de mundos heterogéneos
lo que habilita a los sujetos a habitar el futuro. Claro que para
ello se debe dar necesariamente el paso – como
ruptura epistemológica –
del Mundo
Mitológico
de la UNIVERSIDAD CONVENCIONAL, al Mundo
Epistemológico
de la NUEVA UNIVERSIDAD, para que se configure el algoritmo:
TECNOLOGÍA
= TECNÉ (saber hacer) + EPISTEME (saber por qué se hace)
La
Tecnología Educativa que ha de sustentar la dinámica universitaria
desde una renovada conciencia de los variados estilos y procesos de
aprendizaje de un alumnado plural, y los recursos disponibles a
partir de los desarrollos tanto de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación como de una didáctica general y
disciplinar inspiradas en las distintas corrientes del
constructivismo, exige al docente universitario una ampliación de
sus funciones tradicionales que supera la explicación, más o menos
exitosa, de contenidos científicos.
Nos
referimos, en concreto, a las tutorías presenciales o virtuales, a
una mayor profesionalidad en la planificación, diseño, elaboración,
desarrollo y evaluación de sus clases en diversas modalidades
(talleres, seminarios, foros) a la preparación de materiales en
distintos soportes, al trabajo en equipo con otros colegas, a la
revisión y actualización permanente de la propuesta curricular, a
la supervisión y orientación del aprendizaje en distintos
escenarios de formación: investigación, pasantías, práctica
profesional, prácticas solidarias de aprendizaje – servicio.
1
Lo pedagógico entendido como el significado y significante de la
Filosofía de la Educación en ambientes praxiaticos de comunicación
– aprendizaje.
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